Cuando pinto, me entrego por pura vocación. Con la aplicación de la forma y del color, lucho por conseguir amar a la pintura. Y en el momento en que me identifico con una obra, me siento plenamente pintor.
Siempre he pintado lo que he querido. Cambios en la trayectoria de mi obra los ha habido y espero que sigan apareciendo, pero la libertad creativa siempre será mi punto de partida y referencia.
Me cuesta decir que un cuadro está terminado, pero me transformo en todos mis sentidos cuando empiezo a construirlo en mi cerebro: me siento pintor, un pintor naturalista que se recrea en lo bello para dar satisfacción a los sentidos.